El Valentín de los SEALs (Spanish Edition)

El Valentín de los SEALs (Spanish Edition)

Vamos, nena... Tú puedes.

Brynn Langtoine cruzó los dedos con tanta fuerza que los nudillos se le pusieron blancos. Cayden, de seis años, ya había pasado por mucho al perder a su padre, sólo tenía que hacer un home run para su prueba de la liga infantil. O, rezaba, que por una vez se acercara al menos a golpear la pelota.
Las gradas metálicas eran lo único remotamente fresco en esta húmeda tarde de mediados de abril. Ruin Bayou, Luisiana, tenía sus cosas buenas, pero un clima agradable no era una de ellas. Abanicándose con la hoja de información para padres que la mujer del entrenador había distribuido a todos los aspirantes a formar parte del equipo, Brynn trató de adoptar una postura más cómoda, algo nada fácil con ocho meses de embarazo.

"Relájate", le instó su amiga Vivian.

"Para ti es fácil decirlo. Dom no sólo batea jonrones, sino que mete goles de fútbol y hace touchdowns, y todo eso antes de desayunar. Mientras tanto, pobre Cayden...". Brynn se agarró el vientre abultado mientras su hijo tropezaba de camino al home. "Bueno, digamos que en lo que respecta al talento atlético, desgraciadamente heredó los genes de mi familia".

"Basta. El pequeño Cayden está pasando por una mala racha. Perder a su padre así..." Añadió unos cloqueos a su cabeza temblorosa.

Como solía ocurrir al recordar el prematuro fallecimiento de Mack, Brynn vomitó un poco en la boca.

Cuando Cayden la miró en busca de consuelo, Brynn le sopló un beso. Puede que estuviera haciendo las pruebas para entrar en un equipo de niños mayores, pero nunca sería demasiado mayor para un poco de azúcar de mamá a la antigua usanza.

Mientras el lanzador se preparaba para lanzar, a Brynn se le revolvió el estómago. Por favor, por favor, por favor, le rezó al desastre de su difunto marido, que también había sido uno de los bateadores más célebres del estado. Si alguna vez tuviste una pizca de decencia, envíale a tu dulce hijo una pizca de tu habilidad como bateador...

"¡Strike uno!"

Cayden no sólo había fallado la bola, sino que se había acobardado cuando se le acercó. Cayden había crecido viendo jugar a su padre desde un palco en el Busch Stadium III, y había adorado al hombre y al juego, llevando literalmente una gorra de béisbol de los Cardinals casi todos los días desde que había nacido. Cualquier persona en su sano juicio habría pensado que Mack pasaba su tiempo libre jugando a la pelota con su hijo, pero nada más lejos de la realidad.

El lanzador volvió a lanzar.

"¡Strike dos!"

Esta vez, Cayden se había agachado para evitar la pelota.

Vivian soltó un silbido de lobo. "¿Quién es ése?"

La mirada de Brynn se desvió hacia donde señalaba su amiga. Un hombre gigantesco caminaba hacia el campo y se arrodillaba para hablar con un jugador de baja estatura. Sus vaqueros desteñidos, su camiseta blanca y su gorra de béisbol Geaux Saints no ocultaban una masculinidad dura. Emanaba de él una esencia más grande que la vida, que le permitía tomar las riendas, incluso cuando mantenía una simple conversación con un niño. La forma en que el hombre se inclinaba hacia él, parecía escuchar de verdad lo que el niño angustiado tenía en mente, contaba una historia distinta de la dura coraza exterior del tipo. Su lenguaje corporal decía que se preocupaba como un padre, pero Brynn estaba familiarizada con la mayoría de la gente de la liga infantil y estaba segura de que habría recordado a un padre que se pareciera a él.

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